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1.5.16

Título da postagem



Teoria do caranguejo


Tinham construído a casa no limite da selva, orientada para o sul evitando assim que a umidade dos ventos de março se somasse ao calor que a sombra das árvores atenuava um pouco.

Quando Winnie chegava

Deixou o parágrafo no meio, empurrou a máquina de escrever e acendeu o cachimbo. Winnie. O problema, como sempre, era Winnie. Quando tratava dela a fluidez se coagulava numa espécie de

Suspirando, apagou numa espécie de, porque detestava as facilidades do idioma, e pensou que não poderia continuar trabalhando até depois do jantar; as crianças logo iam chegar da escola e ele teria que preparar o banho, fazer a comida e ajudá-las nos seus

Por que no meio de uma enumeração tão simples havia como um buraco, uma impossibilidade de continuar? Era incompreensível, pois tinha passagens muito mais árduas que se construíam sem nenhum esforço, como se de algum modo já estivessem prontas para incidir na linguagem. Obviamente, nesses casos o melhor era

Largando o lápis, pensou que tudo se tornava abstrato demais; os obviamente os nesses casos, a velha tendência a fugir de situações definidas. Tinha a impressão de estar se afastando cada vez mais das fontes, de organizar quebra-cabeças de palavras que por sua vez

Fechou abruptamente o caderno e saiu para a varanda.

Impossível deixar essa palavra, varanda.

*Triunfo, Madri, nº 418, 6 de junho de 1970

CORTÁZAR, Júlio. Papéis inesperados. Civilização Brasileira, Rio de Janeiro: 2010. Via releituras.com.

4.4.15

dentro da manga

Julio Cortázar
(1914-1984)


No se culpe a nadie
(Final del juego, 1956)

         El frío complica siempre las cosas, en verano se está tan cerca del mundo, tan piel contra piel, pero ahora a las seis y media su mujer lo espera en una tienda para elegir un regalo de casamiento, ya es tarde y se da cuenta de que hace fresco, hay que ponerse el pulóver azul, cualquier cosa que vaya bien con el traje gris, el otoño es un ponerse y sacarse pulóveres, irse encerrando, alejando. Sin ganas silba un tango mientras se aparta de la ventana abierta, busca el pulóver en el armario y empieza a ponérselo delante del espejo. No es fácil, a lo mejor por culpa de la camisa que se adhiere a la lana del pulóver, pero le cuesta hacer pasar el brazo, poco a poco va avanzando la mano hasta que al fin asoma un dedo fuera del puño de lana azul, pero a la luz del atardecer el dedo tiene un aire como de arrugado y metido para adentro, con una uña negra terminada en punta. De un tirón se arranca la manga del pulóver y se mira la mano como si no fuese suya, pero ahora que está fuera del pulóver se ve que es su mano de siempre y él la deja caer al extremo del brazo flojo y se le ocurre que lo mejor será meter el otro brazo en la otra manga a ver si así resulta más sencillo. Parecería que no lo es porque apenas la lana del pulóver se ha pegado otra vez a la tela de la camisa, la falta de costumbre de empezar por la otra manga dificulta todavía más la operación, y aunque se ha puesto a silbar de nuevo para distraerse siente que la mano avanza apenas y que sin alguna maniobra complementaria no conseguirá hacerla llegar nunca a la salida. Mejor todo al mismo tiempo, agachar la cabeza para calzarla a la altura del cuello del pulóver a la vez que mete el brazo libre en la otra manga enderezándola y tirando simultáneamente con los dos brazos y el cuello. En la repentina penumbra azul que lo envuelve parece absurdo seguir silbando, empieza a sentir como un calor en la cara aunque parte de la cabeza ya debería estar afuera, pero la frente y toda la cara siguen cubiertas y las manos andan apenas por la mitad de las mangas, por más que tira nada sale afuera y ahora se le ocurre pensar que a lo mejor se ha equivocado en esa especie de cólera irónica con que reanudó la tarea, y que ha hecho la tontería de meter la cabeza en una de las mangas y una mano en el cuello del pulóver. Si fuese así su mano tendría que salir fácilmente, pero aunque tira con todas sus fuerzas no logra hacer avanzar ninguna de las dos manos aunque en cambio parecería que la cabeza está a punto de abrirse paso porque la lana azul le aprieta ahora con una fuerza casi irritante la nariz y la boca, lo sofoca más de lo que hubiera podido imaginarse, obligándolo a respirar profundamente mientras la lana se va humedeciendo contra la boca, probablemente desteñirá y le manchará la cara de azul. Por suerte en ese mismo momento su mano derecha asoma al aire, al frío de afuera, por lo menos ya hay una afuera aunque la otra siga apresada en la manga, quizá era cierto que su mano derecha estaba metida en el cuello del pulóver, por eso lo que él creía el cuello le está apretando de esa manera la cara, sofocándolo cada vez más, y en cambio la mano ha podido salir fácilmente. De todos modos y para estar seguro lo único que puede hacer es seguir abriéndose paso, respirando a fondo y dejando escapar el aire poco a poco, aunque sea absurdo porque nada le impide respirar perfectamente salvo que el aire que traga está mezclado con pelusas de lana del cuello o de la manga del pulóver, y además hay el gusto del pulóver, ese gusto azul de la lana que le debe estar manchando la cara ahora que la humedad del aliento se mezcla cada vez más con la lana, y aunque no puede verlo porque si abre los ojos las pestañas tropiezan dolorosamente con la lana, está seguro de que el azul le va envolviendo la boca mojada, los agujeros de la nariz, le gana las mejillas, y todo eso lo va llenando de ansiedad y quisiera terminar de ponerse de una vez el pulóver sin contar que debe ser tarde y su mujer estará impacientándose en la puerta de la tienda. Se dice que lo más sensato es concentrar la atención en su mano derecha, porque esa mano por fuera del pulóver está en contacto con el aire frío de la habitación, es como un anuncio de que ya falta poco y además puede ayudarlo, ir subiendo por la espalda hasta aferrar el borde inferior del pulóver con ese movimiento clásico que ayuda a ponerse cualquier pulóver tirando enérgicamente hacia abajo. Lo malo es que aunque la mano palpa la espalda buscando el borde de lana, parecería que el pulóver ha quedado completamente arrollado cerca del cuello y lo único que encuentra la mano es la camisa cada vez más arrugada y hasta salida en parte del pantalón, y de poco sirve traer la mano y querer tirar de la delantera del pulóver porque sobre el pecho no se siente más que la camisa, el pulóver debe haber pasado apenas por los hombros y estará ahí arrollado y tenso como si él tuviera los hombros demasiado anchos para ese pulóver, lo que en definitiva prueba que realmente se ha equivocado y ha metido una mano en el cuello y la otra en una manga, con lo cual la distancia que va del cuello a una de las mangas es exactamente la mitad de la que va de una manga a otra, y eso explica que él tenga la cabeza un poco ladeada a la izquierda, del lado donde la mano sigue prisionera en la manga, si es la manga, y que en cambio su mano derecha que ya está afuera se mueva con toda libertad en el aire aunque no consiga hacer bajar el pulóver que sigue como arrollado en lo alto de su cuerpo. Irónicamente se le ocurre que si hubiera una silla cerca podría descansar y respirar mejor hasta ponerse del todo el pulóver, pero ha perdido la orientación después de haber girado tantas veces con esa especie de gimnasia eufórica que inicia siempre la colocación de una prenda de ropa y que tiene algo de paso de baile disimulado, que nadie puede reprochar porque responde a una finalidad utilitaria y no a culpables tendencias coreográficas. En el fondo la verdadera solución sería sacarse el pulóver puesto que no ha podido ponérselo, y comprobar la entrada correcta de cada mano en las mangas y de la cabeza en el cuello, pero la mano derecha desordenadamente sigue yendo y viniendo como si ya fuera ridículo renunciar a esa altura de las cosas, y en algún momento hasta obedece y sube a la altura de la cabeza y tira hacia arriba sin que él comprenda a tiempo que el pulóver se le ha pegado en la cara con esa gomosidad húmeda del aliento mezclado con el azul de la lana, y cuando la mano tira hacia arriba es un dolor como si le desgarraran las orejas y quisieran arrancarle las pestañas. Entonces más despacio, entonces hay que utilizar la mano metida en la manga izquierda, si es la manga y no el cuello, y para eso con la mano derecha ayudar a la mano izquierda para que pueda avanzar por la manga o retroceder y zafarse, aunque es casi imposible coordinar los movimientos de las dos manos, como si la mano izquierda fuese una rata metida en una jaula y desde afuera otra rata quisiera ayudarla a escaparse, a menos que en vez de ayudarla la esté mordiendo porque de golpe le duele la mano prisionera y a la vez la otra mano se hinca con todas sus fuerzas en eso que debe ser su mano y que le duele, le duele a tal punto que renuncia a quitarse el pulóver, prefiere intentar un último esfuerzo para sacar la cabeza fuera del cuello y la rata izquierda fuera de la jaula y lo intenta luchando con todo el cuerpo, echándose hacia adelante y hacia atrás, girando en medio de la habitación, si es que está en el medio porque ahora alcanza a pensar que la ventana ha quedado abierta y que es peligroso seguir girando a ciegas, prefiere detenerse aunque su mano derecha siga yendo y viniendo sin ocuparse del pulóver, aunque su mano izquierda le duela cada vez más como si tuviera los dedos mordidos o quemados, y sin embargo esa mano le obedece, contrayendo poco a poco los dedos lacerados alcanza a aferrar a través de la manga el borde del pulóver arrollado en el hombro, tira hacia abajo casi sin fuerza, le duele demasiado y haría falta que la mano derecha ayudara en vez de trepar o bajar inútilmente por las piernas, en vez de pellizcarle el muslo como lo está haciendo, arañándolo y pellizcándolo a través de la ropa sin que pueda impedírselo porque toda su voluntad acaba en la mano izquierda, quizá ha caído de rodillas y se siente como colgado de la mano izquierda que tira una vez más del pulóver y de golpe es el frío en las cejas y en la frente, en los ojos, absurdamente no quiere abrir los ojos pero sabe que ha salido fuera, esa materia fría, esa delicia es el aire libre, y no quiere abrir los ojos y espera un segundo, dos segundos, se deja vivir en un tiempo frío y diferente, el tiempo de fuera del pulóver, está de rodillas y es hermoso estar así hasta que poco a poco agradecidamente entreabre los ojos libres de la baba azul de la lana de adentro, entreabre los ojos y ve las cinco uñas negras suspendidas apuntando a sus ojos, vibrando en el aire antes de saltar contra sus ojos, y tiene el tiempo de bajar los párpados y echarse atrás cubriéndose con la mano izquierda que es su mano, que es todo lo que le queda para que lo defienda desde dentro de la manga, para que tire hacia arriba el cuello del pulóver y la baba azul le envuelva otra vez la cara mientras se endereza para huir a otra parte, para llegar por fin a alguna parte sin mano y sin pulóver, donde solamente haya un aire fragoroso que lo envuelva y lo acompañe y lo acaricie y doce pisos.


19.8.14

FIN DEL MUNDO DEL FIN

Julio Cortázar, Historias de cronopios y de famas (1962). Disponível aqui.

Como los escribas continuarán, los pocos lectores que en el mundo había van a cambiar de oficio y se pondrán también de escribas. Cada vez más los países serán de escribas y de fábricas de papel y tinta, los escribas de día y las máquinas de noche para imprimir el trabajo de los escribas. Primero las bibliotecas desbordarán de las casas; entonces las municipalidades deciden (ya estamos en la cosa) sacrificar los terrenos de juegos infantiles para ampliar las bibliotecas. Después ceden los teatros, las maternidades, los mataderos, las cantinas, los hospitales. Los pobres aprovechan los libros como ladrillos, los pegan con cemento y hacen paredes de libros y viven en cabañas de libros. Entonces pasa que los libros rebasan las ciudades y entran en los campos, van aplastando los trigales y los campos de girasol, apenas si la dirección de vialidad consigue que las rutas queden despejadas entre dos altísimas paredes de libros. A veces una pared cede y hay espantosas catástrofes automovilísticas. Los escribas trabajan sin tregua porque la humanidad respeta las vocaciones y los impresos llegan ya a orillas del mar. El presidente de la República habla por teléfono con los presidentes de las repúblicas, y propone inteligentemente precipitar al mar el sobrante de libros, lo cual se cumple al mismo tiempo en todas las costas del mundo. Así los escribas siberianos ven sus impresos precipitados al mar glacial, y los escribas indonesios, etcétera. Esto permite a los escribas aumentar su producción, porque en la tierra vuelve a haber espacio para almacenar sus libros. No piensan que el mar tiene fondo y que en el fondo del mar empiezan a amontonarse los impresos, primero en forma de pasta aglutinante, después en forma de pasta consolidante, y por fin como un piso resistente, aunque viscoso, que sube diariamente algunos metros y que terminará por llegar a la superficie. Entonces muchas aguas invaden muchas tierras, se produce una nueva distribución de continentes y océanos, y presidentes de diversas repúblicas son sustituidos por lagos y penínsulas, presidentes de otras repúblicas ven abrirse inmensos territorios a sus ambiciones, etcétera. El agua marina, puesta con tanta violencia a expandirse, se evapora más que antes, o busca reposo mezclándose con los impresos para formar la pasta aglutinante, al punto que un día los capitanes de los barcos de las grandes rutas advierten que los barcos avanzan lentamente, de treinta nudos bajan a veinte, a quince, y los motores jadean y las hélices se deforman. Por fin todos los barcos se detienen en distintos puntos de los mares, atrapados por la pasta, y los escribas del mundo entero escriben millares de impresos explicando el fenómeno y llenos de una gran alegría. Los presidentes y los capitanes deciden convertir los barcos en islas y casinos, el público va a pie sobre los mares de cartón a las islas y casinos, donde orquestas típicas y características amenizan el ambiente climatizado y se baila hasta avanzadas horas de la madrugada. Nuevos impresos se amontonan a orillas del mar, pero es imposible meterlos en la pasta, y así crecen murallas de impresos y nacen montañas a orillas de los antiguos mares. Los escribas comprenden que las fábricas de papel y tinta van a quebrar, y escriben con letra cada vez más menuda, aprovechando hasta los rincones más imperceptibles de cada papel. Cuando se termina la tinta escriben con lápiz, etcétera; al terminarse el papel escriben en tablas y baldosas, etcétera. Empieza a difundirse la costumbre de intercalar un texto en otro para aprovechar las entrelineas, o se borra con hojas de afeitar las letras impresas para usar de nuevo el papel. Los escribas trabajan lentamente, pero su número es tan inmenso que los impresos separan ya por completo las tierras de los lechos de los antiguos mares. En la tierra vive precariamente la raza de los escribas, condenada a extinguirse, y en el mar están las islas y los casinos, o sea los transatlánticos, donde se han refugiado los presidentes de las repúblicas y donde se celebran grandes fiestas y se cambian mensajes de isla a isla, de presidente a presidente y de capitán a capitán.

9.9.12

atención, mutación

Julio Cortázar. Buenos Aires, 1940. Archivo Aurora Bernárdez, Coll CGA (El Mundo)


"Cuando siento que voy a vomitar un conejito, me pongo dos dedos en la boca como una pinza abierta, y espero sentir en la garganta la pelusa tibia que sube como una efervecencia de sal de frutas. Todo es veloz e higiénico, transcurre en un brevíssimo instante. Saco los dedos de la boca, y en ellos traigo sujeto por las orejas a un conejito blanco. El conejito parece contento, es um conejito normal y perfecto, sólo que muy pequeño, pequeño como un conejito de chocolate pero blanco y enteramente un conejito. Me pongo en la palma de la mano, le alzo la pelusa con una caricia de los dedos, ele conejito parece satisfecho de haber nacido y bulle y pega el hocico contra mi piel..."

Carta a una senõrita de Paris, Julio Cortázar.

12.3.12

Alan Moore, Hilda Hilst, Julio Cortázar, as ideias e o fogo

ALAN MOORE: V FOR VENDETTA




HILDA HILST: POEMAS AOS HOMENS DO NOSSO TEMPO I
homenagem a Alexander Solzhenitsyn

Senhoras e senhores, olhai-nos.
Repensemos a tarefa de pensar o mundo.
E quando a noite vem
Vem a contrafacção dos nossos rostos
Rosto perigoso, rosto-pensamento
Sobre os vossos atos.

A muitos os poetas lembrariam
Que o homem não é para ser engulido
Por vossas gargantas mentirosas.
E sempre um ou dois dos vossos engulidos
Deixarão suas heranças, suas memórias

A IDÉIA, meus senhores

E essa é mais brilhosa
Do que o brilho fugaz de vossas botas.

Cantando amor, os poetas na noite
Repensam a tarefa de pensar o mundo.
E podeis crer que há muito mais vigor
No lirismo aparente
No amante
Fazedor da palavra

Do que na mão que esmaga.

A IDÉIA é ambiciosa e santa.
E o amor dos poetas pelos homens é mais vasto
Do que a voracidade que nos move.
E mais forte há de ser
Quanto mais parco
Aos vossos olhos possa parecer.
(pág. 250, HILDA HILST - Obra poética reunida).




"Que conciliação é essa sem a qual a vida não passa de uma obscura piada? [...] se há conciliação, tem de ser outra coisa que não um estado de santidade, estado excludente desde o início. Tem de ser algo imanente, sem sacrifício do chumbo pelo ouro, do celofane pelo cristal, do menos pelo mais; a insensatez, ao contrário, exige que o chumbo valha o mesmo que o ouro, que o mais esteja no menos. Uma alquimia, uma geometria não-euclidiana, uma indeterminação up to date para as operações do espírito e dos seus frutos. Não se trata de subir, de decantar, de resgatar, de escolher, de livre-arbitrar, de ir do alfa ao ômega. Já se está. Qualquer um já está. O disparo está na pistola; mas é preciso apertar o gatilho, e o dedo está fazendo sinais para fazer parar o ônibus ou qualquer coisa assim".
(pág. 507, JULIO CORTÁZAR, O Jogo da Amarelinha, Círculo do Livro: 1968).

23.6.10

a experiência mítica, por Julio Cortázar

"Cada vez que passeava pelo tempo, quando podia passear por Buenos Aires, e cada vez que passeio por Paris (aqui), sobretudo a noite, sei muito bem que não sou eu mesmo que, durante o dia, leva uma vida comum e normal. Não quero fazer romantismo barato. Não quero falar de estados alterados. Mas é evidente que esse eixo de se por a caminhar por uma cidade como Paris ou Buenos Aires durante a noite, nesse estado ambulatório em que, em um dado momento, desejamos pertencer ao mundo ordinário, me situo com respeito a cidade, e situa a cidade em respeito a mim, em uma relação que os surrealistas gostavam de chamar 'privilegiada'. É dizer que, nesse preciso momento, se produz a passagem, o poente, a osmose, os signos, as descobertas. E tudo isso é o que gerou, em grande parte, o que é escrito em forma de novelas e relatos. Caminhar por Paris - e por isso qualifico Paris como uma cidade mítica -, significa me mover (avançar) em direção a mim. Mas é impossível descrever com palavras. É dizer que, nesse estado, em que ando um pouco perdido, como em uma distração que me faz observar as cadeiras dos bares, as pessoas que passam, e estabelecer, por todo o tempo, relações que compõem frases, fragmentos de pensamentos, de sentimentos... Tudo isso cria um sistema de constelações sentimentais que determinam uma linguagem que não pode ser explicada com palavras. E nesse momento aparecem, em Paris por exemplo, lugares que para mim sempre foram privilegiados. Posso citar um, o primeiro que me vem a memória, perto daqui, em Pont Neuf, ao lado da estátua de Enrique IV, há um farol no fundo. Ali, onde se pára para tomar o "Bateau-Mouche". A noite, a meia noite quando não há mais nada, esse canto solitário é para mim, definitivamente, um quadro de Paul Deuvaux. Essa imanência de uma coisa que pode aparecer, que pode se manifestar, e que o coloca em uma situação que já não tem nada a ver com as categorias lógicas e os acontecimentos ordinários. Também poderia falar do metrô, em Paris. O metrô sempre foi para mim um lugar de passagem. Me basta passar pelo metrô para entrar em uma categoria lógica totalmente diferente das categorias lógicas, onde há mudança na sensação de tempo. Além disso, na história "El perseguidor", há um personagem que descobre que o tempo é completamente diferente quando está no metrô de quando está na superfície. E inclusive pode provar logicamente. Essa é uma sensação, uma experiência que tenho, pelo menos, a cada quinze dias. É descer, e descobrir bruscamente que, em certos estados de distração, no metrô, se tem a impressão de que se pode habitar um tempo que não tem nada a ver com um tempo que existe na superfície, uma vez que saímos na rua. E também estão nas galerias cobertas: a galeria Vivienne... Estão em todos os lugares de Paris que a gente recorre para ficar em um lugar coberto e contudo eram os lugares inquietantes de Lautreamont... Todos esses ambientes cobertos em Paris são absolutamente mágicos e misteriosos, é o que chamo de MÍTICO". entrevista de Julio Cortázar, livre-transcrição por Tamara Costa

Ver também:



Perto da linha do Trópico de Capricórno talvez o lugar de passagem esteja mais para um delírio sob o sol banhado a suor, amarelo manga, papel manteiga sob os olhos como uma imagem do SBT. e tudo que rumo de sombra se assemelhe. talvez o subterrâneo seja a sombra de uma suculenta e centenária árvore-mãe.

6.1.10

estranhas ocupações

"Como os escribas continuarão, os poucos leitores que no mundo havia vão mudar de profissão e adotar também a de escriba. Cada vez mais os países serão compostos por escribas e por fábricas de papel e tinta, os escribas de dia e as máquinas de noite para imprimir o trabalho dos escribas." Julio Cortázar, Fim do mundo do Fim, in História de Cronópios e Famas

Ver também: Srta T. na Cronópios - entre relinchos, cócegas de privilégio, entre outros desbundes, com pré-tratado Das Cavalidades.